miércoles, 29 de enero de 2014

La contracultura


No siempre la gente está de acuerdo con la manera de pensar o estilo de vida de la mayoría, la dominante social, lo que se considera cultura, refiriéndome a cultura como a los conjuntos de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social. Por ello en distinción de este grupo social, el de la mayoría, surgen las subculturas, que la definiremos como un grupo de personas con un conjunto distintivo de comportamientos y creencias que les diferencia de la cultura dominante de la que forman parte.
La subcultura puede formarse a partir de la edad, grupo étnico o género de sus miembros. Las cualidades que determinan que una subcultura aparezca pueden ser estéticas, políticas, sexuales o una combinación de ellas. Las subculturas se definen a menudo por su oposición a los valores de la cultura dominante a la que pertenecen, aunque esta definición no es universalmente aceptada, ya que no siempre se produce una oposición entre la subcultura y la cultura de una manera radical. Pero cuando esta oposición ocurre seria mas correcto denominarlas contracultura.
Así vemos contracultura como los valores, tendencias y formas sociales que chocan con los establecidos dentro de una sociedad. Aunque hay tendencias contraculturales en todas las sociedades, el término contracultura se usa especialmente para referirse a un movimiento organizado y visible cuya acción afecta a muchas personas y persiste durante un período considerable. Así pues, una contracultura es la realización, más o menos plena, de las aspiraciones y sueños de un grupo social marginal. Podemos considerar ejemplos como el romanticismo del siglo XIX, la bohemia que se inicia en el siglo XIX y dura hasta hoy, la Generación Beat norteamericana de los años cincuenta, los movimientos contraculturales de los sesenta, influidos por la Generación Beat, el movimiento hippie nacido en los años 60 en Estados Unidos de América y el movimiento punk de finales de los setenta hasta hoy.
La palabra puede entenderse en dos sentidos: por una parte, constituye una ofensiva contra la cultura predominante; por otra parte, es una "cultura a la contra" que permanece al margen del mercado y los medios de formación de masas, en el underground.
La cultura ‘underground’, los modos de pensar subterráneos, florecen con fuerza especialmente en etapas de crisis y confusión, como alternativas sin promesa a la desorientación. Dentro de esa subcultura, que se ha de construir a sí misma para estar en los cánones, la actitud DIY (‘Do It Yourself’, ‘Hazlo tú mismo’) es la marca. Y los fanzines son los vehículos de transmisión más auténticos que cualquier movimiento ‘underground’, del punk en adelante, pueda tener. Fotocopias. Recortes y solapamientos. Trazos acelerados. Monocromías. Collages. Independencia.
Pienso que las vanguardias artísticas, futurismo, dadaísmo, expresionismo, surrealismo, pueden ser consideradas como precursoras del movimiento que alcanzó su más conocida cota de expresión en los sesenta. Dos hechos claves para entenderlas serían el Manifiesto Futurista del poeta Filippo Marinetti de 1909, punto de partida del anarquista movimiento futurista, que repercutiría también en otras expresiones artísticas y que, por desgracia, sería malamente apropiado por el fascismo; y el célebre urinario que exhibiera Marcel Duchamp en 1916, su primer ready-made, que haría volar en pedazos la idea que hasta entonces se tenía de arte: ¿Qué es lo que determina que un objeto sea considerado una obra de arte? ¿La complicidad del museo, el artista y el público? ¿Una arbitrariedad? ¿La propia decisión del artista? La actitud de Duchamp era abiertamente contracultural en tanto se valía de la propia red institucional para denunciar lo arbitrario del hecho artístico: la obra de arte es una construcción social y en esa medida su valoración es relativa. No lo que para muchos es artístico lo es también para todos; a muchos no les puede decir absolutamente nada. 
Los caligramas de Apollinaire, Huidobro y Girondo, entre otros, expresaban que la poesía puede ser también un hecho visual o que la visualidad ha de encarnarse deliberadamente en la construcción poética; o, en último caso quizá, que no tendría que haber un divorcio entre poesía y plástica. Muchas veladas futuristas y dadaístas, por otra parte, fueron aun más lejos al emplear distintos medios y expresiones: proyecciones cinematográficas, lecturas de poemas, drama, music-hall, circo… El arte como una acción y experiencia viva y compartida con el público, un preludio del happening y el performance que se desplegarán ya en los cincuenta y sesenta en los EE.UU. de la mano de artistas provenientes de distintas disciplinas: John Cage, Merce Cunningham, A. Kaprow, Richard Schechner y muchos más. “¿Cómo podía el arte destruir las actuales condiciones sociales y propiciar así un cambio? Destruyéndose a sí mismo”. Desde esta perspectiva, lo más contracultural en el arte sería, como Cage lo reclamaba, su legítima y radical aspiración de encontrarse con la vida “y la vida es básicamente no-intencional, el arte debe practicar la no-intencionalidad”. Cosa distinta serán los efectos individuales, sociales y estéticos que la experiencia artística pueda generar.
En cuanto al movimiento y la actitud contracultural, ¿qué es lo que se puede apreciar en estas manifestaciones que recurren al arte como una forma de celebrar la vida? Un rechazo y cuestionamiento profundos de las normas culturales impuestas y aceptadas en las sociedades occidentales en muchos campos, siendo el arte uno de ellos; una oposición a lo institucional, lo políticamente correcto, lo socialmente establecido… al poder. La protesta social adquiere un carácter global y se expresará en muchos órdenes y a través de distintas formas, el arte una de ellas y en los sesenta será tal vez el terreno que mejor la canalice. Los jóvenes asumen un protagonismo que nunca habían tenido. Sin duda son las figuras más visibles de la lucha social, protestarán y se rebelarán contra todo lo impuesto por la cultura hegemónica: la familia, el belicismo, el orden histórico, el consumismo, el autoritarismo, el poder gubernamental.
Entonces, la Contracultura es algo más dinámico, duradero y vigente de lo que podría pensarse, pese a que el término esté hoy en desuso.

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